1/10/2013

Lo intenté, los dioses saben que lo intenté


"Puedo admitir que, pese a todo, me resultaba entretenido, casi emocionante, pasar junto al grupo de críticos y escuchas sus críticas... el trazo representa los traumas de la niñez del autor, los matices son exquisitos y recuerdan a épocas ya pasadas, la obra representa la angustia cosial del autor, enmarcada en el contexto actual que deriva de la presión a la que están sometidos los jóvenes que bla bla bla...

Yo no podía menos que reprimir una sonrisa pilla; aquella basura de lienzo pintarrajeado no me había tomado ni veinte minutos, que era seguramente menos tiempo del que llevaba escuchando a los críticos en la galería.

Cuando la tía Julia venía a verme en las fiestas nunca le llevaba a ninguna galería donde se expusiesen mis obras. Le llevaba a ver las galerías clásicas, y cuando se quedaba en casa dejaba a la vista las pinturas que había hecho antes de tener el arranque que tengo, que no eran más que paisajes, retratos, pinturas del parque, de la catedral... nada que ver con la basura que venía ahora a precio de lágrima de bebé.

Cuando ahorré para venir a la ciudad, juro que tenía intenciones de ganarme cada peseta que cayese en mi cartera, como el papa y tío Juán habían hecho. En el pueblo no había nadie que no tuviese un retrado el tío Juan, la niña en la comunión, la boda del hermano, el bautizo del nieto... la gente siempre quería uno de sus retraros, eran más sentidos que las fotografías, tenían más matices, y yo había ahorrado para venir a Barcelona con la misma intención. Quería hacer retratos, dibujos y pinturas, echar tardes enteras y noches con el lienzo a medias y dedicarle el trabajo y dedicación que merecían, y ganarme la vida con ello, y de hecho, lo intenté, los dioses saben que lo intenté, pero no sacaba ni para comer.

No fue hasta que reuní el valor y me tragué mis principios, que ahorré y expuse unos lienzos vilmente maltratados, más pintarrajeados a modo de mofa que pintados, y sorpresa, mi idea caló.

En menos de tres meses estaba ganando más dinero del que podía gastar, me mudé al piso nuevo y con el tiempo, disminuí notablemente las horas que dedicaba a mi amada vocación. Afortunadamente, mi manager - jamás pensé que pudiese tener utilidad tener uno - me encontró fiestas nocturnas para conocer a otros pintores, a los cuales nunca conocí, y a un montón de estirados que, como yo, tenían más dinero del que podían gastar. Qué digo, como yó, ¡Ellos tenían mucho más! Al fin y al cabo eran quienes pagaban por mis lienzos, ja. También conocí a muchas mujeres en estas fiestas. Mujeres más artificiales que las pinturas que yo utilizaba, pero que sabían distinguir un bolso real de uno de imitación. Por supuesto no sabían lo que significaban cosas como desarrollo sostenible, que todos predicaban siempre en el pueblo, ni sabían lo que eran muchas otras cosas de dominio común. Yo creo que en algún momento de sus vidas algo se rompió por dentro, no lo se, quizá por so triunfaron, o lo que sea que hicieran. Lo que estaba claro es que, en general, sabían reconocer artistas con talento, o en mi caso, con suerte, pues el talento lo había dejado atrás hacía ya, y también sabían divertirse, oh, y divertirme a mí, por supuesto que sabían, porque yo era un genio. No tan genial como el genio que había utilizado una cabeza de vaca amputada pero joder, era bastante genial, y de hecho, bah, para qué mostrar falsa humildad, supongo que lo soy. Al menos a ojos de los demás.

Yo, a la tía Julia le cuento que no me va mal,  le mando dinerillos y le hago ingresos en el banco, y cuando viene me quito de esta ropa rara y me visto de pueblo, como cuando llegué a la ciudad, comemos sopa o cocido, y conejo asado de ese que ella trae, lo que calentamos aquí en el micro, y cuando se va vuelvo a las cenas con comida de diseño, a ser chip, a triunfar y a integrarme en este mundillo que mueve tantas cosas.

En este mundillo que en algún momento peridó algo, o se rompió, o no quedó bien. En este mundillo que avanzó quizá demasiado rápido y que ahora está podrido.

Y mientras tanto miro a los críticos lucir su mejor criterio e intento no reírme, y solo espero que dentro de unos años, mi criterio no haya cambiado demasiado, y pueda retirarme a algún sitio tranquilo y disfrutar lo que me quede de vida, seguramente en el pueblo, con los de siempre. Y si no pasa esto, supongo que termine diciendo gilipolleces en una galería, vestido de raro y mientras trato de adivinar sin mucho éxito lo que un autor quería decir al hacer una obra, con la que seguramente se estuviese riendo de mí.

Y si pasa esto, tampoco me importará demasiado, porque habré cambiado, habré perdido algo, me habré roto y habré pasado a formar parte de este mundo, que se mueve quizá demasiado deprisa y que a muchos nos hace estar podridos"



Carlos Garrido


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