11/08/2012

La promesa del lago: poder

-Necesito más-exigió, más que pidió el hombre, plantado frente al estanque y sosteniendo una hoja platedeada, con el puño engarzado en joyas de todos los colores.

Al principio nada sucedió; se oían las gotas de agua caer desde las estalactitas, se oían los ruiditos traviesos de algún roedor alojado en la cueva, e incluso se oía el chapoteo sutil de algún bichejo en el agua.


Solo tras unos instantes que se le hicieron eternos, la calma del agua del estanque se rompió, y emergió la ninfa, con un rostro entre burlesco y divertido.


-¿Más?-preguntó, sin diligencias.


-Más-se limitó a responder él. Ella le observó con ojos felinos, y al final se aventuró a continuar su exposición- con la espada he retado y liberado al kaudillo del lugar. Ahora el pueblo es libre, pero el desorden campa a sus anchas, y yo solo no puedo hacer frente a todos aquellos que amenazan a las buenas gentes.


-Ya veo-asintió el hada, con seriedad en su rostro- sin embargo, has de entender que ya te he concedido un favor. Si consiento este, la deuda que has contraído conmigo, crecerá. ¿Lo entiendes? Veo que sí; has cambiado desde que viniste a verme por primera vez. Y admito que no esperaba volver a verte, ja. Qué alegrías nos da la vida. Porque te alegras de verme, ¿Verdad? No pongas esa cara, yo también me alegro.


-¿Que quieres más poder? Está bien, lo tendrás. Si estás dispuesto a pagar el precio.


-Dime lo que deseas, y será tuyo.


-Esa es la actitud-respondió el hada complacida, mientras su mirada se volvía más y más felina por momentos-Vuelve a casa, allí te espera todo lo que necesitas.


-¿Y el pago?-respondió el hombre sin titubear. La mujer supo que él se había estado preparando para ese momento


-Lo reclamaré la próxima vez que vuelvas a verme, si es que vuelves. Si no vuelves, puedes considerarlo un regalo.

-Pareces muy segura de que voy a volver-insistió el caballero, desconfiado.


-Volverás-le aseguró ella nuevamente.Al fin y al cabo eres como todos. Como todos los que han pasado antes por aquí, y los que aún, mientras el tiempo lo permita, tengan que pasar. Todos los que prueban el poder, siempre vuelven.


-Yo no soy todos-respondió él, herido en su orgullo-Yo estoy por encima de ellos. De todos ellos-añadió con énfasis-. Busco el bien común, de mi familia y de mis vecinos. He acudido aquí para poder ayudarles a todos ellos, y estaría dispuesto a sacrificarme si fuese necesaro. Eso y no otra cosa es lo que busco.


El hada le estudió durante unos momentos, observándole fijamente, sin pronunciar una sola palabra, como si realmente estuviese meditando sobre algo complicado in extremis.
Asintió, probablemente para sí misma, y finalmente se pronunció ante el hombrecillo que se alzaba ante ella.


-Y sin embargo-objetó, dibujando nuevamente una sonrisa pícara en sus finos labios de hada-, aquí estás. Conmigo, otra vez.


Carlos Garrido

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