11/11/2012

Carta expiatoria, por Halim Labrador

"He visto cosas que las mentes de muchos hombres serían incapaces de comprender. He recorrido el mundo, visto cosas diferentes, increíbles e incluso disparatadas. Pero solo es mi opinión. Quizá, para otras personas, mi forma de vivir podría considerarse disparatada. De hecho estoy seguro de ello, porque, creedme, para muchas personas, no tendría sentido buscar un lugar alto y alejado, y contemplarlo a la luz de la luna, no tendría sentido buscar en los ojos de la gente cuando se paran ante tí y balbucean con torpeza, no tendría sentido escabullirse entre la multitud de rostros vacíos, sabiendo que tienes un objetivo. Siempre hay un objetivo, aunque se trate de buscar uno. 

¿Os habéis fijado en esas expresiones de muerte en vida? Yo si, y soy el tipo de persona que no puede entenderlo. Aunque muchos me han negado el derecho no en pocas ocasiones de poder considerarme persona, probablemente en un torpe intento de ultrajarme, pero creedme, no podrían estar más lejos de cometer un disparate.

Ellos no podrían entenderme, no saben lo que es tomar parte en la acción, no saben lo que es el sacrificio personal, el avance y la progresión. Para ellos, sacrificarse es sufrir. 

Yo nunca sufro. Y sin embargo, he renunciado a tantas, tantas cosas que quería...pero se que siempre he tenido un objetivo. No voy a decir que haya vivido en pos de la justicia o el equilibrio; me he vendido siempre al mejor postor y he seguido mis propios criterios en cuanto a lo que era o no era justo o razonable.


Pero nunca he sido un rostro vacío, una de esas carcasas que deambulan bajo la luz del sol.

He visto pasear a esos orgullosos hombres, con sus armaduras y sus armas colgadas a la espalda, orgullosos de servir a su causa, pasando ante los pobres muertos de hambre que se amontonan contra las paredes en la calle o las  cloacas. 
Y no puedo entender cómo portan orgullosos esas insignias de guerra. Soy el tipo de persona que tampoco puede entender por qué los muertos de hambre se mueren de hambre antes que lanzarse sobre ellos; el no, al cabo, ya lo tienen. De antemano, porque la vida les ha dado una pierna que cojea o una enfermedad que se les come día a día. Y sin embargo se atienen a sus leyes, a sus principios morales, a sus creencias... Pero creedme, los que pueden, acuden a mí sin esperar respuesta en sus sagradas escrituras, sin guardar esperanza de que la ley se haga cumpliry sin que, ni siquiera por un momento, la sola idea de que la solución a sus problemas es el código moral que han establecido.

Eso nunca sucede, yo soy el tipo de persona al que acuden todos aquellos que pueden y no creen en lo que predican, porque antes veréis un caballo bailando que un legislador  haciendo leyes que no le convienen.

Soy el tipo de personas que ha visto gente dando las gracias de todo corazón, incluso cuando sé que algunos de ellos habrán olvidado todo en un par de días.

Del tipo que ha visto a personas clamar por su vida, gritar con el corazón, llorar, reír o clamar venganza.
He corrido por los tejados como una sombra y por las retorcidas callejas como una rata, y he visto personas siguiéndome los talones y fallando, como también he visto personas que han sabido sorprenderme de formas que jamás me hubiese esperado. Y si queréis saber la verdad, todo esto no cambia nada. Soy como soy. Incluso he intentado cambiar, llevar mi forma de ser a algo positivo, pero de nada sirve; he aprendido de los errores, pero eso no me ha hecho distinto. Solo más frío y más desconfiado, porque entiendo que hay muchas cosas que se escapan a mi conocimiento. Pero sigo saltando por los tejados como el señor de la noche y escabulléndome entre los desperdicios de las angostadas bocacalles, como si fuese un pordiosero. Tentando a la suerte, una y otra vez. Vendiéndome al mejor postor, si con eso me diferencio del mar de rostros. Controlando mi vida.

Y a pesar de todo, sigo sin entender cómo funciona todo en esta vida. Sigo sin entender por qué aún funciona todo lo que funciona. Me sorprendo, pero no penséis que me interesa. Lo acepto y lo admito, y vivo con ello. No necesito entender nada, porque al cabo, me asusta entender que hay una razón por la que se promueve la injusticia, la guerra y la diferencia. Porque me asusta que de repente pueda tener sentido ser una de esas personas privadas de sus ideas, de su iniciativa, me asusta dejar de ser una sombra, una rata, una maravilla en la superviviencia absurda, en el azar de la vida.

Al fin y al cabo, acepto la muerte como acepto la vida; a todos nos llegan ambas y no las temo...Pero si temo dejar de ser como soy. Dejar de ser quien soy.

Porque soy ese tipo de persona

Halim Labrador 
Jashad"


Los Ecos de la Venganza
Carlos Garrido

No hay comentarios:

Publicar un comentario