3/30/2013

"Se reunieron, se reunieron bajo el viejo olmo todos ellos, los sabios y los artistas"

Se habían unido bajo el olmo. Aquel viejo olmo, que inundaba el aire con un seco olor a resina que parecía bullir tanto de la hojarasca del propio árbol como de la que reposaba sobre el suelo. Se habían unido después de mucho tiempo, y volvería a pasar mucho tiempo hasta que volviesen a unirse. El primero en hablar fue el Cronista. Al fin y al cabo, era él quien debía dejar constancia del suceso, quien debía situar la fecha y el lugar con exactitud, de principio a fin.

-Sabed que, gracias a mí -habló el anciano de ojos de color de miel- las futuras generaciones sabrán de esta reunión con todo detalle. Sabrán la fecha exacta, y desoirán mitos, rumores y leyendas. Gracias a mí podrán ostentar al verdadero saber, no de todo esto, sino de todo lo que ha ocurrido y aún ha de ocurrir.

Los murmullos de aceptación y apoyo fueron unánimes, y aún pasó un tiempo en el que sólo sonó el tímido crepitar de las brasas hasta que habló el Arquitecto.

-Yo -clamó con vehemencia, al tiempo que se alisaba las dignas vestiduras- he estado diseñando los planos de lo que ha sido y aun tendrá que ser. Guiando las manos de los hombres, enseñándoles lo que deben construir y por qué, y lo más importante de todo, indicándoles cómo han de hacerlo- añadió, acariciándose el marcado mentón.

La voz generalizada fue de nuevo unánime. Todo el mundo admiraba al Arquitecto. Al fin y al cabo, tras sus endemoniados planos se escondían años y años de estudio, práctica y maestría. Sólo él podía hacerlos y sólo él podía entenderlos. La importancia de su labor era indiscutible.

-Yo, sin embargo -habló el Mago, al tiempo que se quitaba el sombrero en pico que le caía sobre los hombros- ocupo todo aquello que la mano de los hombres no pueden. Miro por su avance, más allá de los límites físicos que a primera vista se imponen, y lucho por la evolución, la mejoría y las nuevas fronteras. Lo que es, en definitiva una expansión en todos los ámbitos del ser humano.

-Y yo -intervino el Sacerdote, sin dar tiempo a los murmullos- guío al humano otorgándole principios, ética y moralidad, para evitar que las ciegas posibilidades que mis compañeros les brindan les permitan recorrer un mal camino que les lleve, al cabo, a la miseria, a su propia destrucción y a la degeneración, en definitiva, de lo que toda una cultura y una sociedad ha logrado ser a día de hoy.

Durante largo rato continuaron hablando los demás artistas. La Química habló de su trabajo sobre el avance en las comodidades del humano, habló de cómo había trabajado en comida, y medicinas,de cómo había mejorado la vida del hombre. Evidentemente, nadie puso en duda su labor. Hablaron también los hermanos Dibujante y Pintor, que comentaron cómo ellos se encargaban de retratar todo lo que el humano había estado haciendo para que quedase recuerdo para las generaciones posteriores. Habló el enclenque Inventor, habló el bruto Hortelano, que con la fuerza de su propio cuerpo araba las tierras y cuidaba los cultivos. Así, uno tras otro hablaron todos, hasta que al final sólo quedó la Escritora.

Todos la miraron, pequeña y delicada, casi enfermiza. Ella alzó sus brillantes ojos azules, se aclaró la voz y miró a Cronista, quien de todos los demás era quien la miraba con mayor dureza. Era él quien se encargaba de retratar los hechos y documentarlos debidamente. Él, menos que ningún otro, entendía la presencia de Escritora en el lugar, ni siquiera entendía la razón de su existencia.

Ella se volvió a aclarar la garganta y habló con voz trémula. Sin desviar sus ojos de Cronista.

-Yo, de entre todos vosotros, he venido para tomar nota de lo que todos habéis hecho. Para dejar constancia de lo que ha sucedido y para tratar de comunicarlo a las generaciones futuras.

Cronista frunció el cejo, más aún de lo que lo había tenido hasta entonces. Ella lo vió y se apresuró a continuar con su explicación.

-He venido para mentir. Para documentar todo lo que suceda y contarlo de forma que lo esencial se mantenga, aunque todo lo demás sea diferente. Para que las generaciones futuras crean que hay esperanza, incluso si nosotros llegamos a creer que no la hay. La labor de ser escritor es engañaros a todos y que, aunque sepáis que os engaño, prefiráis creer lo que os digo. Y eso hago. Cuando las futuras generaciones lean mis obras, pensarán que el hombre, con su duro trabajo y su esfuerzo, logró diseñar y construir grandes monumentos, lograr una sociedad de igualdad, lógica y justicia, avanzar en todos los medios que le han sido otorgados al ser humano y cuantas cosas más sea posible imaginar. Mi labor es que crean en todo esto, incluso si nosotros creemos que no hay nada más allá de lo que ya hemos visto, que ya está todo hecho. Porque quien cultiva esperanzas trabaja sueños, hermanos, y solamente quien trabaja sueños puede conseguirlos. Vosotros habéis trabajado en lo posible, y algunos, incluso, algo más allá. Algún día llegará el momento en que la única forma de avanzar y mejorar sea soñar y luchar, perseguir aquello en lo que se cree, incluso si no hay ninguna esperanza, incluso si no es más que un sueño, un recuerdo onírico y difuso. Mi labor, es engañaros, a vosotros y a quien sea que me lea, para que crea que merece la pena soñar y luchar, porque incluso si yo no lo creo, considero que es una esperanza para el futuro, para los humanos y para todos nosotros. Porque algún día pasará nuestro tiempo, y llegará la hora de los humanos, que habrá de ser la hora del estancamiento y la degeneración o la era de la lucha y de los sueños. Y yo ya he tomado mi decisión sobre lo que pretendo intentar que sea... Incluso si no creo en ello. Porque, oídme -añadió la escritora, recorriendo con sus brillantes ojos azules al círculo que se removía inquieto en torno a las brasas- si no hay sueños, no hay esperanza. Y sin esperanza no hay futuro.

No hubo murmullos de aprobación. No hubo el tímido crepitar de las brasas. No hubo siquiera el sonido del viento. Un silencio sepulcral lo envolvió todo, y los sabios y artistas se levantaron sin decir una sola palabra, sabiendo que acababan de escuchar una sentencia que les perseguiría de por vida, que resonaría en sus mentes durante sus tiempos de meditación y que se filtraría en sus sueños más profundos.

"Si no hay sueños, no hay esperanza. Y sin esperanza no hay futuro"



 Carlos Garrido
El Ciclo de Alira
Dedicado a la pequeñuela de este blog.





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