5/05/2013

"Únicamente se trata de que quien guarde la puerta, debe ser quien más tema abrirla"

Hay quien dice -le espetó la esbelta mujer- que tus gestos son no sólo futiles, sino osados e incluso desafiantes. Los primeros, arguyen la vanidad del gesto al mal común, ya que,  ¿De qué sirve ayudar a un hombre que se muere de hambre cuando toda su familia, que digo, todo su pueblo, se muere también? En tal caso, se dice que dicha ayuda no tiene nada que ver con el altruismo, sino con el alivio de la conciencia, del intento de aparentar y de limpiar el aspecto de uno mismo.

-Incluso si así fuese -replicó la encapuchada mirándole a los ojos- podríamos considerarlo un capricho. Uno que, todo sea dicho, no daña a nadie, en primera instancia. Y además, quien sabe si la persona ayudada no podría encontrar en tal ayuda su motivación para tratar de ayudar a otros, quien sabe, quizá, una ayuda en cadena. O para dar ejemplo, o para dejar en evidencia a quienes niega su ayuda a los que no pueden o no saben ayudarse a sí mismos, aunque se de sobra que este punto nos llevaría al tercero. Generalmente, ayudan los que pueden, ya que no hay otro modo, y aun entre quienes pueden, la gran mayoría no quieren, ya que, ¿Quien iba a dar lo suyo a otro, y además sin recibir nada a cambio? Solo un altruista loco, uno de esos facinerosos torturados que alivian su conciencia, y sin lugar a dudas trata con ello de ocultar algo horrible, pues no podría ser de otra forma, ya que quienes pueden no quieren, y está claro que si alguien quiere, entonces no debe de poder. Pero no pongas esa cara, esto se entiende mejor con algo de licor, escucha, vamos a volver al punto de que, en cualquier caso, ayudar a los necesitados es un capricho, y además un capricho negativo que va en contra de toda lógica y natura humana, continúa. Ibas a hablar de los que guardan la puerta, ¿Verdad?

-Verdad -asintió tras meditarlo la bella mujer- aunque quizá es simplificar demasiado.

-O acortar un ciclo. Está claro que quien se pone en evidencia, incluso si es el único que puede, sufre el peligro de que otros vean la evidencia, y a menudo, estos otros son mucho más numerosos y tienen menos que perder. Y quien sabe si, a lo mejor, estos otros se den cuenta de ello y se echen todos a una, en plena noche a la armería, y quien sabe si, a lo mejor, ese día el guarda está dormido, o borracho, porque nadie va nunca a la armería, o es un cobarde o un inutil, y entonces todos estos, que deciden que no tienen nada que perder se arman, y todos a una, se la arman, de hecho, al que puede ayudar a los demás pero no quiere ir en contra de toda lógica y natura humanas. Así que el eslavón clave es el que guarda la puerta, si no puede, o no quiere plantar cara a todos estos muchos, entonces el que puede ayudar, puede que encuentre cuánto tiene que perder, y cuan probable podría ser que lo perdiese. Pero esto, en realidad, es un temor fundado, ¿Sabes por qué?

-Ardo en ascuas de curiosidad -replicó ella con sarcasmo.

-Porque, con toda seguridad, quienes guardan estas puertas, viven mejor que quienes guardan la propia cámara del tesoro, tienen buenas salas para ellos y para su familia, comida y bebida y camas con almohadones de tela, no de paja como el resto de la escoria, ¿Y sabes qué? Ellos -continuó hablando la de los ojos azules, sin dar tiempo a su interlocutora a responder- deciden que tampoco tienen nada que ganar con un cambio, que viven casi a cuerpo de rey, ellos mismos y sus queridos, y entonces resulta que de pronto, son los más interesados en que, si todos a una, acuden a la noche a asaltar la armería, se den la vuelta con el rabo entre las patas, porque un cambio no les puede traer muchas cosas mejores, pero si que les podría traer cosas peores. Igualdad, una casa con los demás, colchones de paja,  gachas secas para comer, muñecas feas para sus hijas, nadie quiere eso. Y entonces, los propios guardianes de la puerta, se convierten de repente en los más temerosos de que ésta se abra y de que la multitud se arme y cambie las cosas, porque son, precisamente estos, quienes más temen al cambio... Y pese a todo, aún así es un miedo tan evidente, tan posible y, de hecho, tan probable, que quienes pueden cambiar las cosas y no quieren, son incapaces de olvidarlo y de ignorarlo, porque va en contra de toda lógica y toda natura humana el no cambiar un estado que les oprime y les exclaviza, incluso si la posibilidad de que se unan todos y acudan a cambiarlo es pequeña, y la posibilidad de que lo consigan es increíblemente menor.

-Y pese a todo, sigues en tus trece, desafiando a toda lógica y natura humana -replicó la esbelta mujer, dándole la espalda con desdén- y siguiendo con tus costumbres extrañas, criticables, arriesgadas y con una baja, increíblemente baja posibilidad de cambiar nada. ¿Te ves como una especie de soñadora, una idealista, una mártir incomprendida?

-Decir que me veo como una soñadora sería quizá idealizar la realidad, y al mismo tiempo reducir la posibilidad de lo altamente improbable a meros sueños. Podríamos decir que soy simplemente una caprichosa. Una caprichosa con unos ideales y unos sueños, como todo el mundo. Respecto a que sean más o menos criticables, o contrarios a la lógica y naturaleza humanas, sólo el tiempo lo dirá. ¿Tienes sueños, Deli? Persíguelos, lucha por ellos, fracasa por ellos. Es mejor morir por ellos que vivir soñándolos. ¿No te gusta el mundo? Cámbialo. ¿No te gusta el cambio? Acostúmbrate al mundo. No se trata de sueños o caprichos, se trata de ver quién es capaz de superar el temor a abrir la puerta, a perseguir sus sueños y a fracasar una y otra vez. Si eres capaz de ello, entonces se trata únicamente de ser un poco caprichosa.



Los Ecos de la Venganza
Carlos Garrido

1 comentario:

  1. Me quedo con el último párrafo jefe. Y por cierto, en el párrafo más grande de todos hay "quienes más temen al cambio... Y pese a todo, aún así es un miedo ta evidente". Falta una "n" =)

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