5/13/2013

"Al fin y al cabo somos la cuna del saber, del progreso"

Almoria, cuna de las artes y las ciencias, de los museos y las universidades, de romances, traiciones y castigos, la tierra mística donde habrían progresado todo tipo de eruditos, pintores y escritores, cuentacuentos y juglares, abogados y estafadores, espadachines de alta alcurnia, sanadores, envenadores y parteras, incluso clérigos de todas las religiones habidas y por haber, sin pasar por alto los adoradores de las sectas mas estrambóticas.

Una gran tierra, más allá de toda duda. Crecían los nabos, las patatas, la viña y el grano, y allí donde nadie quería plantar pululaba el ganado, prestando su peculiar encanto al paisaje, así como sus rústicos sonidos y su familiar olor a mierda.

Almoria, cuna de, en general, todo aquello que simbolizaba el progreso. Qué más se podía decir a parte de que, pese al día soleado, la universidad de Pii bullía de actividad: la chimenea de la cátedra de ciencias escupía humos de todos los colores al cielo, que se unían y separaban formando intrincadas siluetas. En el edificio de derecho se formaban futuros abogados, todos elegantemente vestidos y cargados de pergaminos, y más aún, en la taberna y en el lupanar se reunían la mayoría, sino todos los estudiantes que habían superado el primer año de sus estudios.

Si, la universidad de Pii era un gran símbolo del progreso y gozaba de reconocido y merecido prestigio.

-Han vuelto a traer el barrilete de salitre aquí -bufó la profesora- como si no estuviese claro cual es el maldito edificio de ciencias, atufando todos los días y a todas horas, cualquier día nos vamos a morir todos intoxicados. Solo espero que a ellos les pille antes, en fin. ¿Por dónde íbamos?

- Evaluación del trabajo -replicó una vocecilla tímida pero firme a un tiempo.

-Oh si, espero que no haya manchado los pergaminos que le entregué, deben tener casi doscientos años.

-Están en perfectísimo estado -replicó la alumna, alisándose inconscientemente un vestido que había quedado perfectamente liso hacía varios minutos. Era consciente de su tick, pero no era capaz de evitarlo. Contempló con el rabillo como la profesora observaba alternativamente los bajos de su vestido y el pequeño cofre que ella había depositado en la mesa- todo tal y como se me entregó... Incluída la cruz.

-Vaya, no se por qué esperaba que se hubiese perdido la cruz. Los objetos de plata siempre se... pierden, a veces incluso los de cobre, menuda maravilla. Pero no nos entretengamos, ¿Cuál es el análisis señorita?

-El analisis final -comenzó a responder la joven, intentando no mirar a la hipnotizante papada de la anciana- es que el autor parece ser siempre el mismo, bien porque la caligrafía permanece invariable durante todos los escritos como por el matasellos, que de hecho parece haber sido la cruz de plata. Este mismo matasellos -continuó con rapidez- nos indica algún culto ya extinto probablemente, o quizá podría tratarse de algún elemento puramente decorativo, aunque basándonos en el perfil extraído de los escritos casi podríamos descartarlo.

-Aha -asintió la profesora, balanceando con gracia el pellejo que le colgaba bajo la cara- continúe.

-La llamada cruz, más semejante a una mariposa o a una daga de hoja corta, recuerda vagamente a ciertos cultos descritos en tiempos inmemoriales, con la salvedad de que la pluma débilmente marcada en el fondo del matasellos impide cualquier relación directa con los mismos. Este símbolo, que aparece como firma en la mayoría de los escritos del cofre, unido al carácter de los mismos, nos indica que el indivíduo probablemente sufría algún desequilibrio agudo o trastorno no tratado, pues a menudo reitera en mantras carentes de sentido, o alterna la escritura con unas runas que no he podido descifrar. Insiste también amenudo en la importancia del deber, del orgullo y de otros ideales no pertinentes, usándolos a menudo para justificar actos violentos, tanto reales como ficticios y otras iniciativas cuyo sentido queda fuera de toda justificacion.

-Abrevie.

-Se ve a sí mismo -replicó, tratando de no ponerse roja y redoblando el ritmo de la descripción- como una especie de justiciero incomprendido y desinteresado, y la narración termina dando lugar a algún tipo de relevo, cuyo fin es imposible conocer únicamente a partir de los escritos contenidos en esta caja.

-¿En conclusión?

-Teniendo en cuenta la edad aproximada del escrito, y la forma y contenido del mismo, el autor debía de ser un hombre de mediana o avanzada edad, probablemente con alguna enfermedad mental que le lleva a narrar hechos inventados o imaginarios y a llevar o a imaginar que llevaba un comportamiento altruísta y noble, y todo el mundo sabe que hace más de doscientos cincuenta años que tales cosas no frecuentan en Almoria ni en la mayoría del continente.

La profesora la inspeccionó con deliberada lentitud, y ella bajó la vista y carraspeó. La vieja pelleja continuó escrutándola durante algunos segundos, se acercó al cofrecillo y palpó la diminuta cruz de plata.

-Excelente -dijo solamente, haciendo menearse su papada reseca- algo extensa en el análisis de la cruz, porque al fin y al cabo es únicamente una cruz, darle un significado más allá de lo que es le acerca peligrosamente al punto de vista del sujeto... Pese a todo, excelente. Está claro que se trataba de algún majadero del tres al cuarto. Y ahora hazme el favor de llevar el barrilete de salitre al edificio de ciencias, y diles que si no avisan al puñetero mercader que lo trae, la próxima vez lo tiraremos por la ventana si miramientos. Al fin y al cabo esto no es cualquier antro, es la Universidad, cuna del saber, del progreso. Somos todo lo que la sociedad espera de nosotros, y solamente gracias a ello evitamos indivíduos como los citados en los escritos.

La profesora aspiró con orgullo y cerró el cofrecillo con una mano, mientras con la otra guardaba sin querer un diminuto adorno de plata en el pliegue de su túnica. En cuyas letras se podría leer el nombre de su anterior propietario. Asshel  Dl Khal'Ashamaid. El nombre de algún loco majadero.



Los Ecos de la Venganza
(adaptación)
Carlos Garrido

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