10/03/2012

La promesa del lago: Libertad

El agua del estanque era cristalina y difusa al mismo tiempo; como un espejo, reflejaba la imagen de la bella mujer que se alzaba sobre las aguas y que clavaba su mirada sobre él. Y aunque la imagen ondulaba juguetona, resultaba difícil  discernir, como en muchas situaciones en la vida, la realidad del mero reflejo en el agua.

¿Anhelas el poder? ¿Es esa tu decisión?


La voz de la ninfa era limpia y clara, como el sonido de una campanilla de plata. Sus ojos, celestes como zafiros, embelesaban con solo una mirada. Sus cabellos como hebras de oro caían sobre sus hombros y sus pechos, ondulando, jugueteando, embebidos en agua del estanque, pero aúreos al mismo tiempo. 


No era la mujer más bella que había visto, pero tenía algo especial. Algo que le impedía separar su mirada de la de ella, algo que le hipnotizaba, que hacía que sus pies no respondiesen, que le fallase la respiración.


"Claro que tiene algo especial, ¡Es un hada!" se dijo a sí mismo, disgustado con su comportamiento. Ella le miraba con una expresión casi vacía. En la comisura de sus labios se dibujaba un amago de sonrisa, una sigilosa curvatura. Él recordó lo que siempre decían los libros y las viejas, fuentes de infinito saber: "A las hadas y las Xanas, nada les dieras, pues nada te darán, y con el joven caballero jugarán".


Pero esta era diferente. Él lo podía sentir, no sabía si en su mirada, o en su silencio sepulcral: ni siquiera el goteo del agua se oía en la cueva. Supo que podía confiar en ella, de modo que, como quien rompe una pesada cadena, dio un paso al frente y trató de alzar la voz.


-Así es mi señora, deseo el poder con toda mi alma.


La mujer le miró durante unos segundos y esbozó una sonrisa.


-¿Y para qué, si puedo preguntar, desea un caballero como vos el poder? ¿Para hacer el bien? ¿Para cuidar de su familia, de su pueblo? ¿Para garantizar buena labranza y buen ganado, salud, amor? ¿O quizá para dominarlos a todos, para someterlos al yugo y someterlos a su voluntad?


-Mi señora-musitó el hombre, haciendo esfuerzo y haciendo de tripas corazón. Las piernas le fallaban y la voz apenas le salía de los pulmones. Pero luchó, y continuó hablando- Lo primero que haría, sería liberaros a vos, romped la maldición que os une a este estanque, enseñaros el mundo. A vivir, al fin y al cabo, en libertad, como todo hombre o bestia merece vivir.


El hada lo examinó durante unos instantes. Instantes que al caballero se le hicieron eternos. Ni las piernas ni la voz le fallaban, y de hecho, conforme había hablado, había ido ganando fuerza, creyendo en lo que él mismo decía y dándose al mismo tiempo más convicción. Finalmente, la diminuta boca del hada terminó de dibujar esa sonrisa oculta, sus ojos se afinaron, como los de un felino al acecho, y realizó un rápido movimiento con su mano.


-¿Liberarme?-repitió ella con un tono de difícil interpretación- ¿Para vivir como vosotros, los hombres libres? ¿Para buscar, como vosotros, hombres libres, alguien que os mande? He visto como os matais unos a otros, en nombre de la libertad, para poder derrocar a hombres que os reinan y ganar el derecho a poder escoger a otros hombres que los sustituyan. Son ellos quienes os mandan a derrocar a otros hombres, a mataros al fin y al cabo. ¿Y me ofreces la libertad? -repitió, esta vez con una sonrisa abierta, mientras era víctima de unas fuertes carcajadas- No me hagas reír, ni conocéis la libertad  ni, al cabo, podéis vivir con ella. ¿Y tu me ofreces libertad?-repitió por última vez-Eres incluso más ingenuo de lo que pensé en un principio.


>>Y te aseguro-continuó riendo el hada, mientras desaparecía entre las aguas del estanque, cada vez menos cristalinas-jamás pensé que fueses demasiado brillante, ¿Pero esto? ¡Esto si que no me lo esperaba!-declaró antes de desaparecer del todo en una sonora risotada, que se fue haciendo un eco, cada vez más y más lejano.



-Toma tu deseo -se oyó en un susurro- y ve a llevar  la paz a quien quieras por el mundo

El hombre dudó al principio de su propia vista, pero al acercarse al estanque, haciendo lo indecible por superar su vergüenza y su temor, vislumbró una  hoja plateada con una empuñadura llena de joyas de todos los colores.


-Si consigues algo-resonó de nuevo la vocecilla, lejana, burlona-, vuelve a verme, y te concederé todo lo que desees. Seré tuya, y tendremos todo lo que puedas imaginar, todos lo tendrán, lo que quieras.


>>Mientras tanto toma esa espada. Te habría dado una ramita, porque, al cabo, sé que nunca volverás, y sé que cumpliría el mismo papel. Al menos, la espada podrás venderla cuando hayas descubierto la realidad...Si no mueres en el intento.

Y esas fueron las últimas palabras del hada. O al menos, las últimas que el caballero hubo escuchado.



Carlos Garrido

3 comentarios:

  1. Qué bien escribes!. Muy buena la lección del hada, nos movemos continuamente apelando a una libertad que no existe...

    Un saludo.

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    1. Muchas gracias ^^ Te podría decir que es una crítica poco sutíl hacia el modelo de pensamiento actual, pero la verdad que simplemente me pareció una buena idea, y me vino en un minuto que pasé por el baño xD

      Gracias por comentar, presta ver que no lo leen solo los "dos de siempre" ^^

      Un saludín!

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  2. no está nada mal, partiendo del hecho que yo no leo fantasía, y supongo que a parte de esta moraleja, el estilo de su escritura fantástico debe ser un símil a esto, un tanto "poético" en el aspecto adjetivo+nombre cuando la gente suele escribirlo al revés, para, adjetivar.

    no soy crítico literario, pero creo que tienes un montón de vocabulario y sabes cómo embellecer y enfatizar las claves de un texto.

    overall, it's a well done tale.

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